Archivo mensual: enero 2010

Maestros rusos

La literatura rusa del siglo XIX es universalmente reconocida. Vigorosa y trascendente, tuvo escritores que enriquecieron las letras con su genialidad y aportaron un buen número de obras de indiscutible valor y belleza.

El pueblo ruso, sus alegrías, sus guerras y sus esperanzas, los amores y los problemas existenciales, la vida misma,  son pintados con todos los colores que estos maestros esgrimieron para mostrar una cultura rusa tan rica e inmensa como su geografía. Les sorprenderá el humor y la ironía Gógol, las descripciones osadas de Pushkin, la calidez  humana de Chéjov , el realismo desgarrador de Dostoievski, la apasionada letra de Tolstoi. No son los únicos, fue una etapa pródiga y brillante, que no deben pasar por alto. Es difícil abarcar con palabras lo inconmensurable del hombre ruso, pero ellos lo hicieron plenamente y por eso son admirados y yo diría, sin temor a equivocarme, indispensables para la historia de la literatura universal.

La próxima Feria Internacional del Libro de La Habana estará dedicada a Rusia. Mi Librería trae un avance de ese homenaje, recordando algunos grandes a través de sus obras, quizás no las más representativas, pero cuesta escoger una sola rama de ese árbol frondoso. Tengo la esperanza de que aquellos que aún no se atrevieron a leerlos, lo hagan definitivamente.

Recomendación de Mi Librería

NICOLÁS GÓGOL.
Novela: Almas muertas

¡Qué linda mujercita!… Pero ¿qué es lo mejor de ella? Lo mejor es que, al parecer, acaba de salir de algún pensionado o instituto y que aún no hay en ella nada de mujer; es decir precisamente carece de aquello que es desagradable. Ahora es como una criatura: es sencilla, dice lo que se le ocurre, se ríe cuando se le antoja se puede hacer de ella lo que se quiera, puede resultar una maravilla o una nulidad -¡y esto es lo que será!- en cuanto la cojan por su cuenta las mamaítas y las tiítas. En un año la llenarán de cosas de mujer, de tal manera, que no la reconocerá ni su propio padre. No se sabe de dónde aparecerá en ella la presunción y el orgullo; comenzará a conducirse según las instrucciones de los demás; se romperá la cabeza pensando con quién, cómo y cuánto hay que hablar; cómo y a quién debe mirar; temiendo a cada momento hablar más de lo debido, terminará embrollándose y, por fin, mentirá toda su vida, y ¡sabe Dios lo que resultará de ella!.

ALEJANDRO PUSCHKIN.
Novela: Eugenio Onieguin

«Mi tío, hombre de austeras normas de vida, al caer seriamente enfermo, se atrajo súbitamente el respeto de cuantos le rodeaban.
¡Que su ejemplo sirva a los demás de ciencia! Pero, ¡Dios mío, qué aburrimiento estar sentado día y noche con un enfermo, sin alejarse de él un solo paso! ¡Qué fastidio tan enorme divertir a un moribundo, arreglarle las almohadas, darle tristemente la medicina y suspirar y pensar: ¿Cuándo te llevará el  diablo?!»
Así pensaba el joven atolondrado y pícaro, único heredero de todos sus parientes, corriendo en una diligencia, por la voluntad del Todopoderoso, en medio de una nube de polvo.

 FIODOR DOSTOIEVSKI
Novela: Crimen y castigo

La vieja tenía muy poco cabello, casi todo blanco y como de costumbre, estaba untado con una pomada grasienta. Lo llevaba recogido atrás, cerca de la nuca, en un moño sujeto con una peineta de concha. El hacha le dio exactamente en el occipucio, lo que en parte fue debido a su baja estatura. La vieja, que tras lanzar un débil gemido, cayó al suelo, sobre el que quedó sentada. Aún tuvo fuerzas para llevarse las manos a la cabeza. En la derecha seguía conservando el paquete. Entonces Raskolnikov, cuyos brazos habían recobradoinstantánemnte todo su vigor, descargó otros dos fuertes golpes en el mismo punto que el primero. Brotó un chorro de sangre y la vieja se derrumbó de espaldas. El joven se inclinó ligeremente para observar a su víctima:estaba muerta. Sus ojos permanecían tan abiertosque parecían querérsele esacpar de las órbitas, mientras que las postreras convulsiones dieron a su rosto una terrible expresión.

LEON TOLSTOI
Novela: Resurrección.

-La naturaleza de las abejas es tal, que si no eres prudente las dañarás a ellas y te dañarás a ti mismo. Igual sucede en lo que respecta a las relaciones con los hombres. Y esto es solo de justicia, pues el amor recíproco entre los hombres es la ley fundamental de la vida humana. Claro que un hombre no puede obligarse al amor como al trabajo; pero no se deduce de esto que se pueda obrar sin amor con los hombres, sobre todo cuando se tiene necesidad de ellos.
¡Si no te sientes capaz de amar a tus semejantes, quédate en casa! ¡Ocúpate de tu persona, de las cosas inanimadas, pero no de los seres humanos!

 ANTON CHEJOV
Cuento: La Dama del perrito

En Oreanda se sentaron en un banco, no lejos de la iglesia, y estuvieron mirando abajo, al mar, en silencio. A través de la niebla del amanecer, Yalta casi no se veía, en las cumbres de las montañas se mantenían inmóviles las nubes blancas. Las hojas no se movían en los árboles, chirriaban las cigarras, y el monótono y sordo rumor del mar, que llegaba desde abajo, les hablaba de paz, del sueño eterno que nos espera.
Así sonaba el mar allí abajo, cuando aún no estaban aquí ni Yalta, ni Oreanda, así seguía ahora el rumor y así seguiría, igual de indiferente y sordo, cuando no estuviéramos. Y en esta inmutabilidad, en la completa indiferencia hacia la vida y la muerte de cada uno de nosotros se esconde, quizá, el secreto de nuestra salvación eterna, del ininterrumpido movimiento de la vida en la tierra, del constante perfeccionamiento.

Pocos libros actuales tienen la envergadura de estas obras. No lo dejen para después, les garantizo una buena lectura.

 

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Primer aniversario de Mi Librería

Mi Librería está de CUMPLEBLOG. Para la fiesta he invitado a todos mis amigos: los que me estimularon con sus comentarios y los que me regalaron buenas lecturas desde sus blogs.

A todos, absolutamente a todos, ¡gracias por la complicidad!

Pocos se quedaron en casa, quién sabe por qué motivos, como laprimadeaudrey, lamujerquijote, cargada de libros, bodegadeletras y alguien que fue indispensable para este primer añito de Mi Librería: Blog de Libros, que varias veces seleccionó mis comentarios en su sección Lo mejor de lo mejor de la quincena. Los extrañaremos en la fiesta.

Otros tuvieron contratiempos de última hora: como nuncatehagaslibrero, que quiso venir, pero no llegó. Es probable que al aterrizar en La Habana haya caído en la tentación de tomar un taxi hasta la hermosa playa de Varadero. No la culpo entonces.

Sin embargo, la mayoría está aquí y estoy contenta por eso.

Fue un año de aprendizaje, de experimentación, de intercambios y de trabajo. Ahora nos toca celebrar, por eso los he querido juntar en este poster, para soplar juntos la primera velita.

¿Listos?

Este wallpaper con los pocoyós se lo debemos a mi hijo Eddie, que me regaló unas cuantas horas de su precioso tiempo. Lo pueden descargar dando click en la resolución de su pantalla:
1600 x 1200
1400 x 1050
1280 x 960
1024 x 768

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Gazapoteca

El único hombre que no se equivoca,
es el que nunca hace nada.

 

Mientras no se me ocurra otra cosa, mantendré la Gazapoteca como una nueva categoría, no en la columna derecha como habitualmente hacía y que no podía mantener actualizada.

Hoy le hago competencia a  Pifias y gazapos,  porque traigo dos deslices que detecté en publicaciones cubanas. Para ser justos, el mérito corresponde totalmente a Leo, que en honor a su nombre, se bebe los periódicos con un grado de concentración tal, que durante ese tiempo de lectura no se le puede interrumpir.

El primero apareció en el periódico Granma, un día de enero de este recién estrenado 2010. Lean bien:

Como todos saben, en Cuba no nieva, ni nevará en un buen tiempo por mucho que el cambio climático se esfuerce en contradecirme, pero de ahí a que se aprovechen de nuestra ignorancia en esas cuestiones invernales para dejarnos caer 40 metros de nieve en el periódico, es un atentado a nuestra imaginación. ¿O es que fue realmente crudo este invierno y por acá tan ajenos?

El segundo apareció en el periódico Tribuna de La Habana, del mismo mes y año en que estamos:

Siempre me he inclinado por las Letras, por eso considero que las carreras de ingeniería son más difíciles, pero específicamente la que cursó el apreciadísimo Francisco de Albear, debe haber sido de las más complicadas, de hecho ingresó en 1835 y no se matriculó hasta ciento cuatro años después… ¡y luego hizo lo que hizo

Quiero dejar claro que las publicaciones periódicas cubanas son muy cuidadosas, es difícil encontrar errores en ella, he tenido oportunidad de leer otras foráneas y saltan a la vista los gazapos sin el menor recato, pero bueno… al mejor escribiente se le va un borrón, decía el dicho.

Los errores más pequeños
son siempre los mejores.
  
 MOLIÈRE, Jean Batiste Poquelin   

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Primera foto de nuestro grupo bloguero.

El próximo día 21 es el  CUMPLEBOG de Mi Librería. Y si no es mucho pedir, se me antoja un regalito colectivo, que luego lo será para todos: ¡una fotografía de nuestro grupo bloguero!

En vista de que no tengo fotos reales de esa gran familia que se formó durante un año, quiero tenerlos cerca de alguna manera y aprovecharé las pocoyotizaciones  (¿habré inventado algo?) que han hecho cada uno en su blog… ¡pero faltan muchas!

En fin, aquí va el enlace  para todos aquellos amigos que están en mi columna derecha y se sumen  a esta entrada divertida. Igual para los que son nuevos y quieren unirse a nosotros, amantes de los libros, la música, el cine y la risa. Eso tenemos en común, eso nos une, nos hace mejores y nos divierte.

Si logro convencerlos a todos, habrá sorpresas…

Para motivarlos, ahí va un avance de… NUESTRA PRIMERA FOTO DE GRUPO:

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Una segunda lectura a Cien años de soledad.

Soy escritor por timidez.
Mi verdadera vocación es la del presdigitador,
pero me ofusco tanto tratando de hacer un truco,
que he tenido que refugiarme
en la soledad de la literatura.
G.G. Márquez 

De la primera vez que leí Cien años de soledad, me quedó un manojo de nombres en la cabeza que a duras penas podía identificar. Recordaba un par de escenas: el coronel Aureliano Buendía dirigiéndose al pelotón de fusilamiento con los brazos en alto por el dolor inmenso que le provocaban los golondrinos que padecía, incluso hubiera jurado que este Aureliano había muerto ahí mismo. La segunda imagen era cuando Remedios, la bella  se bañaba y un forastero intruso levantó la teja del techo para admirar su desnudez. Ella le advirtió, sin el menor sobresalto, que se iba a caer, como en efecto ocurrió más tarde. Juraba también que me había gustado la novela. Pero nada más.
¿Por qué la memoria le juega a uno esa mala pasada?

Como dice lahistoriaenmislibros,  a algunas personas puede parecerle una novela tediosa y excesivamente larga. Pero eso será para algunos.

Recomendación de Mi LibreríaAcabo de disfrutar una segunda lectura de Cien años de soledad y en cada página me tropecé con tanta buena letra, con tanta magia y con tanta fuerza raigal que terminé garabateando el libro de arriba a abajo.

Por eso hoy Mi Librería invita, como deben haberlo hecho mil veces en este inmenso mar informático, a una segunda lectura de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, pero esta vez, les propongo que hagan una pausa en las mejores escenas, que aprecien la audacia del lenguaje, la sabiduría con que el autor mezcla realidad y ficción, sin que lo absurdo o hiperbólico nos parezca fuera de lugar.

Dijo García Márquez que cuando escribía Cien años de soledad estaba tan feliz que soñaba estar inventando la literatura. Confieso que no me gusta su persona, después de haberlo escuchado en entrevistas me resulta…¡qué importa eso! Lo cierto es que no solo soñó con inventar una literatura, sino que lo logró. Su novela, convertida hoy en todo un clásico universal, es excepcional, única e irrepetible. No por gusto llevó al colombiano a  un premio Nobel.

Quisiera convencer a quienes no pudieron disfrutarla a plenitud, a aquellos que en una primera lectura abandonaron asustados con una propuesta diferente. Por eso, traigo algunos fragmentos que son, sencillamente, para no olvidar.

– ¿Te sientes mal?-le preguntó.
Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima.
– Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor.
 Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.

Aquella noche interminable, mientras el coronel Gerineldo Márquez evocaba sus tardes muertas en el costurero de Amaranta, el coronel Aureliano Buendía rasguñó durante muchas horas, tratando de romperla, la dura cáscara de su soledad. Sus únicos instantes felices, desde la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo, habían transcurrido en el taller de platería, donde se le iba el tiempo armando pescaditos de oro. Había tenido que promover 32 guerras, y había tenido que violar todos sus pactos con la muerte y revolcarse como un cerdo en el muladar de la gloria, para descubrir con casi cuarenta años de retraso los privilegios de la simplicidad.

Entonces empezó el viento, tibio, incipiente, lleno de voces del pasado, de murmullos de geranios antiguos, de suspiros de desengaños anteriores a las nostalgias más tenaces. No lo advirtió porque en aquel momento estaba descubriendo los primeros indicios de su ser, en un abuelo concupiscente que se dejaba arrastrar por la frivolidad a través de un páramo alucinado, en busca de una mujer hermosa a quien no haría feliz. Aureliano lo reconoció, persiguió los caminos ocultos de su descendencia, y encontró el instante de su propia concepción entre los alacranes y las mariposas amarillas de un baño crepuscular, donde un menestral saciaba su lujuria con una mujer que se le entregaba por rebeldía. Estaba tan absorto, que no sintió tampoco la segunda arremetida del viento, cuya potencia ciclónica arrancó de los quicios las puertas y las ventanas, descuajó el techo de la galería oriental y desarraigó los cimientos

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