…esta poética contiene una fuerza dramática,
una intensidad vital y un propósito inclaudicable
que obligan a estudiarla con detención y desprejuicio.
Saúl Ibargoyen
A finales de los años 80 comenzó en la literatura cubana una tendencia a la experimentación, al abordaje de temas considerados tabú en décadas anteriores, la incursión en escenas violentas y el uso del lenguaje transgresor que intentaba romper radicalmente con una propuesta que embotaba los sentidos con sus personajes positivos y sus finales optimistas demasiado lindos para ser reales.
Muy pronto proliferaron los textos sobre el jineterismo, las drogas, el homosexualismo, las zonas marginales, el alcohol y el sexo, porque los 90 nos amenazaban con una realidad muy dura que arrasaba con ideologías, costumbres y convicciones.
Empezaba entonces, por estos lados, el realismo sucio.
Esta tendencia en la literatura muestra una cara repulsiva: la sociedad y sus personajes con sus manchas, desgarraduras, imágenes sórdidas y pestilentes.El texto es un culto a la sobriedad, se prescinde del empleo de adjetivos y adverbios para lograr descripciones mínimas y grises.
Pero cuando aquí iban, ya venían sus fundadores más representativos: Raymond Carver y Charles Bukowski, norteamericanos que tuvieron que sacudirse más de una crítica desalentadora. Pero ellos provenían de los bajos fondos, de la pobreza y la inestabilidad, estaban bien enraizados en su literatura y supieron trascender a la incomprensión.
Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos. También me gustan las mujeres viles, las perras borrachas, con medias caídas y arrugadas y las caras pringosas de maquillaje barato. Me gustan más los pervertidos que los santos.Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales, ni religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad.
Charles Bukowski
Lo cierto es que este estilo ha tenido muchos seguidores, con sus escenas eróticas, homosexuales, tratadas con una descarada naturalidad que a ratos pudiera confundirse con la pornografía y donde las situaciones se vuelven asquerosas y repulsivas. El cubano Pedro Juan Gutiérrez lleva la vanguardia en la isla con su Trilogía sucia de La Habana, Carne de perro y El Rey de la Habana… pero hay unos cuantos que defienden esta línea. Yo entre ellos, porque la veo imprescindible para la diversidad, para el acercamiento sin tapujos al día a día, me gusta su atrevimiento, su irreverencia y su descaro… como la vida misma. Alguien tenía que hacerlo, digo yo. Y si leemos con toda intención de descubrir motivos, será frecuente encontrar en estos textos al menos una línea donde se esboza una sonrisa esperanzadora.
AHORA QUE ES DE NOCHE EN LA HABANA
Lien Carrazana Lau.La vecina del cuarto del fondo está templando ahora con el policía de Holguín, el emigrante, que a su vez está con una bisexual de Monte y Cienfuegos bar. La otra, la prostituta del barrio contiguo, fríe papitas porque tiene un italiano en casa, cuando la hija de la prostituta, que estudia en la Lenin, preunivesitario, está apretando en un carro con un hombre casado, ex dirigente. Del otro lado del solar, frente a la escalera, los rockeros, hijos de papá y de nadie, fuman yerba y bailan; mientras la feíta, la vecinita de catorce años, se acuesta con su padrastro, en lo que la madre de la feíta, la delegada, preside una reunión y el hermano de la feíta, hijo de la delegada, estafa a unos jugadores por dinero. Inmediatamente, la vecina del fondo termina de templar con el policía, la prostituta comienza a encuerarse, los rockeros fuman más y bailan, la hija de la prostituta sube las escaleras, la feíta y el padrastro descansan abrazados, al hermano de la feíta lo cogen preso y la madre, la delegada se encuentra con una doctora-lesbiana-ginecóloga, cuando en la azotea, justo sobre todos los cuartos, alguien totalmente solo pinta frente a la luna. Aún.
Ellos pueden no aparecer en las listas de best-sellers de la narrativa de hoy, quizás a muchos no les acomode esta propuesta porque dice lo que a nadie le gusta oir… porque duele.
Pero a veces hay que arriesgarse al dolor para poder estremecerse.